Caleidoscopio Teórico: Los Múltiples Enfoques en Arqueología

Si bien es durante el siglo XIX donde se desarrollan los inicios metodológicos de la arqueología como disciplina, caracterizándose por su relación con la geología y las ciencias naturales; es durante el siglo XX que esta logra consolidarse con un aparataje teórico y metodológico.
A continuación veremos las principales escuelas arqueológicas que han aparecido durante el transcurso de este siglo, sus principales fundamentos y sus máximos exponentes.
La Escuela Histórico-Cultural (1900-1955), se basa en el difusionismo y en el normativismo. Afirman que la cultura se origina en unos pocos centros y desde allí se difunde a otros por contacto, migración o invasión. Entre sus exponentes destacan G. Kossina, V. G. Childe y F. Bordes.
La Escuela Funcionalista (1950-1970), nace como una reacción contraria al difusionismo planteado por la Escuela Histórico-Cultural. Indica que las estructuras sociales cambian sin romper la continuidad cultural. Además establece que las culturas son conjuntos de partes funcionalmente interrelacionadas. Entre sus exponentes se encuentran V. G. Childe, R. J. Braiwood y R. MacNeish.
La Escuela Marxista (1950 - 1970), se basa en el Materialismo Histórico y se enfoca principalmente en el estudio de las relaciones de producción. Entre sus exponentes encontramos a W. J. Raudonikas, V. G. Childe y J. Friedman.
La Nueva Arqueología (1960-actualidad), nace como una reacción contraria al historicismo y al difusionismo. Destaca por un énfasis en el cientificismo. Indica que el cambio cultural se produce por el desequilibrio entre demografía y medio ambiente. Realiza una sustitución de la descripción por la explicación y pasa de los análisis cualitativos a los análisis cuantitativos. Además le da una preferencia a las explicaciones ecológicas y demográficas. Entre sus exponentes destacan L. Binford, C. Renfrew y A. Watson.
La Escuela Estructuralista (1950-actualidad), establece que los componentes esenciales de la cultura son los símbolos y los códigos. Indica además que la ideología se refleja en la cultura material. Entre sus exponentes encontramos a Arnold, McGhee y Odre.
La Escuela Neomarxista o Marxista Estructural (1965-actualidad), realiza una sistematización de la arqueología marxista. Su enfoque se relaciona y está influenciado por el estructuralismo. Además presta una mayor atención a los aspectos ideológicos y minimiza el factor económico. Entre sus exponentes destacan Millar y Pearson.
La Arqueología Social Latinoamericana (1970-actualidad), se caracteriza por intentar aplicar en sus investigaciones una teoría y una metodología basadas en el Materialismo dialéctico e histórico desarrollado por el Marxismo. Una de las preocupaciones fundamentales de esta corriente fue la de buscar una conexión entre el ámbito propiamente arqueológico; es decir, el de la investigación científica del pasado y la producción de conocimiento, y el de la acción política. Entre sus exponentes destacan L. Lumbreras, M. Sanoja y L. Bate
La Escuela Postprocesual (1980-actualidad), nace como una reacción contraria al procesualismo de la Nueva Arqueología. Se caracteriza por rechazar la idea de cultura como una adaptación al medio. Además presta una mayor atención al mundo de las ideas y valora el contexto arqueológico. Entres sus exponentes encontramos a Tilley y Odre.
La Escuela Procesual-Cognitiva (1985-actualidad), intenta conciliar las posturas de la escuela procesual, marxista y estructuralista. Establece que el conflicto interno desempeña un papel importante. Indica además que las teorías deben ser contrastadas con los hechos. También presta atención al estudio de los símbolos y las estructuras. Entre sus exponentes destacan Marcus y Conrad.
Sin embargo, ante tanta descripción, aparece la duda:
¿Cómo se mira a través de la Teoría?
La teoría puede transformarse en los ojos del investigador, el cual vera en el registro material aquello que considere relevante para su trabajo, aunque muchas veces deje de lado ciertos indicadores de relevancia que “no calzan” con su modelo interpretativo, produciendo con ello un sesgo en la información que entrega. Una mala utilización de la teoría puede cegar al investigador.
Ante este problema, el arqueólogo debe trabajar en conjunto con la teoría y no en función de ella, lo cual ira en directa relación con la utilización de metodologías objetivas, según sea el proyecto de estudio. La mirada crítica del investigador será fundamental al momento de leer los datos obtenidos a través del registro y será la teoría la que nos brindara las herramientas necesarias para ello.
Las Escuelas Arqueológicas que revisamos anteriormente, debemos entenderlas según la época histórica en que se desarrollaron y según las tecnologías que disponían para la elaboración de su trabajo. Actualmente se disponen de variadas herramientas metodológicas y tecnológicas, y se ha incorporado el trabajo conjunto de otras disciplinas como la Bioantropología, la Geología y la Paleobotánica, entre otras; logrando enfoques integrados acerca de un problema. La teoría hoy no se vislumbra como algo rígido, sino como algo moldeable a cada trabajo arqueológico y a cada investigador dentro de ciertos fundamentos y parámetros.

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